lunes, 6 de abril de 2009

Los Huaylas del Moncayo

En la historia son famosos los movimientos migratorios de los europeos hacia el Nuevo Mundo en busca de fama y riqueza. Allá por los siglos XVI y XVII había un continente entero por explorar y fueron muchos los que decidieron probar suerte en América. En concreto, la Corona Castellana, que disponía de la explotación casi en exclusiva de sudamérica, aportó gran cantidad de nombres que contribuirían al mestizaje entre europeos y nativos americanos. Pero una circunstancia más extraña fueron los movimientos migratorios en el sentido inverso, cuyos casos pueden contarse con los dedos de la mano. Es especialmente curioso el caso de los indígenas Huaylas, que tras ayudar fielmente a Francisco de Pizarro en sus batallas contra los Incas, fueron recompensados con privilegios propios de la nobleza, y tierras en España.

En 1536, Quizu Yupanqui asediaba la ciudad de Lima, con Francisco de Pizarro y unos 300 españoles en ella. Las tropas de Yupanqui eran netamente superiores en número por lo que era bastante evidente que Pizarro, que había salido victorioso de numerosas batallas en el Perú, iba a caer derrotado en Lima y no le esperaba más que una probable muerte violenta. Sin embargo, cuando el ejercito Inca estaba a punto de precipitarse sobre la ciudad, su retaguardia fue atacada por 5.000 indígenas Huaylas, aliados de los españoles y enemigos jurados de los Incas. Como consecuencia de este ataque, las tropas de Yupanqui, desbordadas y en clara desventaja, huyeron tras sufrir numerosas bajas. La ciudad de Lima resistió el asedio, Pizarro conservo su vida, y como gratificación se les concedió a los Huaylas que habían participado en la batalla la posibilidad de comenzar una nueva vida en el Viejo Continente.

La gran mayoría de los indígenas decidió permanecer en Perú, cerca de sus familias, pero unos 200 Huaylas, los más aventureros, aceptaron de buena gana la gratificación y partieron en 1538 en dos barcos hacia el puerto de Cadiz. Cuando llegaron, la reina Juana I de Castilla los trató con honores y les fueron concedidos títulos propios de la baja nobleza y tierras a las faldas del Moncayo. Una vez allí adoptaron nombres típicos españoles y se integraron entre los hidalgos locales, acordando matrimonios con sus descendientes. A pesar de realizarse un mestizaje relativamente rápido, los descendientes de los Huaylas nunca renunciaron a su cultura, practicando actividades propias de sus antepasados en plena meseta castellana hasta bien entrado el siglo XIX.

En la actualidad su linaje se encuentra muy diseminado por la península ibérica, pero sus rasgos étnicos son claramente diferenciables. De hecho, tras 15 generaciones viviendo en España, la huella étnica dejada por los Huaylas es bastante amplia. Hasta el comienzo de la democracia en España era extremadamente sencillo distinguirlos, porque sus rasgos eran únicos. Además, era signo de educación tratarlos con un respeto adicional en memoria de sus antepasados que tanto ayudaron a la defensa de Lima. Sin embargo con la llegada de la democracia y la inmigración masiva, hoy en día es virtualmente imposible distinguir a los antiguos Huaylas españoles de muchos de los emigrantes llegados desde sudamérica a Europa en busca de un futuro mejor.