Este proceso generalmente comenzaba en la ceremonia de celebración de la mayoria de edad en China y Japón. Voluntariamente durante la adolescencia, el individuo podía decidir si consagraría su vida a la conservación de su cuerpo tras la muerte, decisión que comunicaba a todo el mundo durante la ceremonia. A partir de ese momento, para el sujeto no hay otra cosa más importante que conservar su cuerpo en las mejores condiciones, llevando a cabo una progresiva perdida de grasa.
El conocimiento de este proceso de automomificación llegó a Europa desde Oriente, como tantas otras cosas, de la mano de Marco Polo, que quedó muy impresionado al verlo de primera mano. De esta manera, gracias a la expectación creada por los viajes del aventurero veneciano , este proceso fue bien conocido en el norte de Italia aunque se tienen pocos casos documentados de europeos que lo llevaran a cabo. Se dice que el propio hijo de Marco Polo quiso ponerlo en práctica, pero tras dos años de sacrificio decidió abandonar por la dureza excesiva del proceso.
También es poco conocido el caso del científico Galileo Galilei. El proceso de automomificación le impresionó tanto de joven que se aventuró a intentarlo él mismo. Consagró su vida a su futura momia, y a pesar de no llevar a cabo el proceso de manera tan severa como en Oriente, mantuvo durante toda su vida unos niveles de grasa corporal mínimos y una alimentación escasa. Esto le permitió disfrutar de una vida larga plagada de éxitos científicos, sobre todo en el campo de la astronomía moderna. Sin embargo, cuando chocó frontalmente contra la iglesia, se retractó de todos sus descubrimientos, evitando una prematura muerte en la hoguera y así la destrucción de la momia que tantos sacrificios le estaba costando. Evidentemente Galileo nunca pronunció la famosa frase que se le atribuye, "Y sin embargo se mueve", ya que en pleno juicio eclesiastico, hubiera supuesto inmediatamente su condena a muerte y la destrucción de su cuerpo. Tras vivir varios años confinado en su domicio de Florencia, Galileo murió a los 79 años. Por desgracia para él y tras años de sacrificio, al fallecer, el cuerpo de Galileo no quedó incorrupto como él deseó debido a las relajaciones a la hora de llevar a cabo el proceso de automomificación en vida. Su fallida momia fue enterrada en Florecia.